stolpersteine, donde el pie tropieza con la memoria

proyecto de Moreno Bernardi & Isabel Núñez

Stolpersteine, donde el pie tropieza con la memoria

MORENO BERNARDI ISABEL NÚÑEZ

 

La historia universal y la individual están llenas de heridas invisibles. Hay una política borradora, que cubre el dolor con cemento y convierte las ciudades, los lugares de esas heridas en centros comerciales o coartadas del olvido.

 

Dijo Faulkner: Only thank God men have done learned how to forget quick what they ain’t brave enough to cure. “Demos gracias a Dios que los hombres hayan aprendido a olvidar rápidamente todo aquello que no tienen el valor de curar” Necesitamos olvidar para seguir viviendo, pero también necesitamos recordar para saber quiénes somos, de dónde venimos, y para evitar que lo peor de la historia se repita.

 

Allí donde todo se entierra sin resolverse, las heridas siguen infectadas bajo el paisaje. Lo invisible flota pesadamente en el aire, con su carga de pasado y duele aún debajo del cemento.

 

Hay una carretera cerca de Lleida que recorren en coche muchos esquiadores. Ninguno de ellos se detiene ni sabe que cada curva de esa carretera está llena de huesos de gente que fue fusilada y muerta por las tropas franquistas en la guerra y la sangrienta posguerra. Nada ni nadie los señala.

En el Camp de la Bota, en Barcelona, donde fueron fusilados tantos republicanos al terminar la Guerra Civil española, hace pocos años, el ayuntamiento socialista construyó el flamante Fòrum de les Cultures, un lugar de debate y discusión, pero sin memoria para los muertos. El Fòrum tuvo un problema de alcantarillado y malos olores y el antropólogo Manuel Delgado ironizó amargamente que era un signo de que los muertos se levantaban para ser recordados.

Sarajevo está rodeada de montañas donde los sarajevianos iban de excursión, con los viejos pódiums de los juegos olímpicos y sus hoteles de atletas calcinados de la guerra. Los bosques están llenos de señales de peligro de muerte, sembrados de minas: ya nadie puede recorrerlos, ni hay dinero para desminarlos.

 

Siempre hay alguien que intenta reescribir lo olvidado, coser lo que está roto, corregir simbólicamente, con un pequeño gesto, la tendencia perversa de las cosas. Una mujer mayor que se tiró por el balcón de su casa en Barcelona, justo antes de ser desahuciada, fue protagonista de una carta al periódico y luego se convirtió en personaje de un cuento, para recordar la soledad y la desesperación que puede ocultarse en cada ventana de la gran ciudad.

 

Hay ciudades, como Berlín, donde las marcas están por todas partes, como los museos y memoriales. Pero a veces, una pequeña marca sutil, casi invisible, que no obliga ni coarta, puede conmover más al caminante.

 

Stolpersteinees una palabra alemana que designa esa piedra del camino que podría hacer tropezar a quien la pisa. El artista Gunter Denmig llamó así a un proyecto en la ciudad, unos ladrillos de la memoria, unos cubos de cemento recubiertos de latón con los nombres impresos de las personas deportadas y asesinadas por el nazismo. Están en las puertas de las casas donde vivieron. Podemos seguir andando o leer sus nombres y volverlos así por un momento a la vida. “Donde hay dolor, hay un suelo sagrado”, dijo Oscar Wilde. El pie tropieza con el dolor del suelo y le sigue la mirada.

 

El Stolpersteine es un gesto de escritura. Las heridas invisibles se inscriben en el paisaje, en la piedra, en la arquitectura. Su dolor impregna también nuestros gestos. La danza recoge esa gestualidad y descifra su escritura oculta. La inscribe en el aire.

 

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A partir de los principios básicos que caracterizan el arte de la danza de Moreno Bernardi:

-       mostrar el movimiento por lo que es y por su función real y onírica, arriesgar a que el movimiento se perciba libremente según la lectura y el punto de observación, el movimiento que al bailarlo refleja a si mismo –

-       una danza que describe puramente lo que es, sin intromisión por parte del yo, (yo-interprete yo-autor), una danza que muestra un movimiento que nos lleva a nosotros…todo movimiento en danza es poesía…el movimiento en danza está fuera de quien la mira, se manifiesta para que quien la mira vaya, si lo desea, allí donde solo él puede mover su percepción y entonces su interior” ,

el coreógrafo italiano pide a Isabel Núñez de colaborar en un proyecto común alrededor de los conceptos: información, memoria, construcción, tratando de hacer que convivan dos formas del ‘decir’, dos formas del ‘mostrar’, dos ‘gestos’ de acción para la personal y responsable contemplación de los que ven, de los que oyen. Isabel Núñez propone la idea la memoria asociada al paisaje y la arquitectura, sintetizada por el stolpersteine berlinés de Günter Denmig

En ocasión de dicha colaboración Bernardi desarrolla el sistema de composición en vivo denominado del ‘block in’: el coreógrafo baila un primer movimiento bajo mirada de los asistentes, de una forma compositiva para la construcción orgánica del evento, al repetir el primer movimiento construye el segundo, al repetir el primero y el segundo construye el tercero, al repetir el primero el segundo el tercero construye el cuarto…definiendo un hilo del dis-curso poético, definiendo un espacio y realidades temporales; a partir de un momento claro de la danza, el coreógrafo repite desde el primer movimiento según el sitio en él que se encuentra, manteniendo la misma coreología de los movimiento y, de ese modo, el punto de vista de visión, de lectura, del espectador cambia.

Eso permite a quien construye, el bailarín, de hacer memoria, sin olvidarse nunca de donde viene, es decir el primer movimiento, de hacer de la trans-formación un cambio orgánico de dirección; el único fin es mantener viva el alma de la construcción, hasta donde puede llegar depende de su fuerza y voluntad. Lo mismo ocurre al espectador, él que observa hace memoria, gracias a las repeticiones desde el comienzo de la danza por parte del bailarín, define un hilo de su lectura poética de lo que ocurre, sin olvidarse nunca lo que queda de su lectura, ya que reconoce los movimientos, y a la vez, por los cambios de dirección y de ritmo de estos mismos, el espectador asiste a la trans-formación de la danza y del bailarín, transformando inevitablemente su misma lectura del evento.

Contemporáneamente a la experiencia de la construcción, la danza, el espectador oye palabras: todos los stolpersteine escritos por Isabel Núñez, las palabras de la memoria, histórica, geográfica, biográfica.

 

El ‘decir’ de la danza y el ‘decir’ de las palabras, son informaciones que conviven en el mismo espacio, el escenario (de la memoria?), ofreciendo al espectador la total y respetuosa libertad de percibir, unir, desunir, componer, asociar, evocar según su rol de lector, testimonio, y posible difundidor de lo ocurrido.